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Extremismo y extremista son términos usados para describir acciones, ideologías, individuos, grupos, instituciones, agentes, partidos o movimientos políticos que se sitúan, bien a sí mismos o bien por quien los describe, muy alejados del centro político o del espacio social del consenso. En las sociedades y regímenes políticos democráticos el extremismo se asocia a la sustitución de la democracia por el autoritarismo o totalitarismo en un extremo u otro del espectro político (extrema izquierda y extrema derecha). En una coyuntura de revolución los extremismos contrapuestos se identifican, respectivamente, con los revolucionarios y los reaccionarios. En términos religiosos se habla de fundamentalismo o fanatismo, términos que también se aplican en contextos políticos. Uno de los principales rasgos del extremismo es su relación (más o menos asumida, negada o debatida) con la utilización o justificación de la violencia política, con diferentes formas de terrorismo o de represión política (según se aplique desde el poder o desde la oposición).

El término casi siempre se utiliza de forma peyorativa, prefiriendo los tildados de extremistas otros calificativos, como radicales, puros, o incluso antisistema.

Como concepto aplicable a cualquier ámbito, extremismo (y extremista) es una actitud (y una condición personal, grupal o institucional) similar a la intransigencia, y se contrapone a la moderación o al posibilismo.

Extremismo político

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El historiador español José Luis Rodríguez Jiménez ha señalado que «el extremismo [político] es maximalista tanto en los fines como en los procedimientos adoptados para la consecución de los objetivos propuestos. Esta negativa a transigir, a llegar a acuerdos, implica que cuando sus ideas no son defendidas por un gobierno democrático, y difícilmente pueden serlo, los extremistas definen como una vía muerta para la negociación las normativas de la comunidad política ordenada en democracia. De igual modo descalifican al competidor político a partir de las ideas y no de las actuaciones, se niegan a aceptar cualquier tipo de divergencia y consideran que determinadas adscripciones ideológicas deben ser perseguidas».[1]

Paradójicamente, la similitud de actitudes y comportamientos entre ambos extremos del espectro político les hacen asemejarse (por ejemplo, el recurso al culto a la personalidad tanto en fascismo como en el comunismo; o el planteamiento de la construcción de una sociedad perfecta o utopía en pos de la cual se admiten todo tipo de sacrificios, originando una realidad distópica). Son habituales las expresiones los extremos se tocan o los polos contrarios se atraen, indicando la facilidad con la que puede pasarse de un extremo al otro (hecho que se suele calificar de bandazo político o movimiento pendular); en un efecto opuesto al clásico punto medio que expresaba también la concordia oppositorum o coincidentia oppositorum (De docta ignorantia, Nicolás de Cusa, 1440).[2]

Véase también

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Referencias

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  1. Rodríguez Jiménez, 1997, p. 15. "En resumen, entre los criterios que definen el extremismo político destacan la inconsistencia lógica del repertorio utilizado para ofrecer su concepción del mundo, la justificación del uso de la violencia para el logro de los objetivos, y la fabricación de ideas y circunstancias que sustenten la dialéctica amigo-enemigo y 'legitimen' actitudes agresivas frente al competidos político"
  2. Citado por Fernando Araya Coincidentia oppositorum, en nacion.com, 13 de febrero de 2008.

Bibliografía

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Enlaces externos

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