Centralismo en Perú , la enciclopedia libre

San Isidro (izquierda), en el moderno centro financiero de Lima, departamento homónimo.
Como ejemplo de un lugar que pudo tener autonomía económica, Cajamarca (derecha) es un departamento que en su momento fue uno de los más pobres del Perú, según lo declarado por la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía.[1][2][3]​ A pesar de contar con la cuarta mina de oro más grande del mundo, su aporte al desarrollo de la ciudadanía fue menor.[4]

El centralismo en Perú es un fenómeno caracterizado por la concentración de la riqueza económica y la influencia política en un pequeño segmento de la población, predominantemente localizado a lo largo de las regiones costeras del país.[5][6][7]​ Este grupo, conocido como la élite costera, ejerce un poder considerable y ha dominado históricamente los asuntos de la nación. El epicentro de esta tendencia centralista es Lima, la capital y ciudad más poblada de Perú, que ha sido el corazón administrativo y económico del país desde el siglo XX.[8][9][10][11][12]

El gobierno peruano ha funcionado tradicionalmente bajo un sistema centralizado, una práctica que ha persistido a lo largo de la historia republicana de la nación. Durante el periodo conocido como República Aristocrática, de 1895 a 1919, este modelo centralista se afianzó aún más, una situación que el célebre intelectual Víctor Andrés Belaúnde criticó célebremente como «plutocracia costeña».[13][5]​ Las ramificaciones de tal sistema han sido profundas, dando lugar a importantes disparidades económicas,[14]​ privación de derechos políticos y un sinfín de otras desigualdades, sobre todo en las zonas rurales, mientras que Lima ha cosechado la mayoría de las ventajas socioeconómicas.

A pesar del sistema centralizado, se produjo un cambio notable a mediados del siglo XX, durante el mandato del presidente Juan Velasco Alvarado, que intentó romper el statu quo.[12]​ Sin embargo, a principios de la década de 2000, cuando se iniciaron los esfuerzos de regionalización, el dominio de Lima seguía siendo evidente: albergaba a un tercio de la población de Perú, la mitad de su capacidad industrial y controlaba una parte desproporcionada de la economía administrativa de la nación: representaba el 90 % de los ingresos del Estado y el 80 % de sus gastos.[15]

La reforma agriaría del siglo XX provocó cierta redistribución de los recursos y la aparición de élites locales, pero estos grupos no llegaron a ejercer una influencia sustancial sobre las decisiones fundamentales tomadas en la capital,[16][17][18]​ Según el investigador Francisco Durand, en la década de 2000 continuó la concentración del sector empresarial, con la participación del Estado peruano en la adquisición de empresas y la obtención de préstamos. Durand sostiene que el Estado es percibido como una entidad con un peso económico considerable, pero sigue siendo relativamente débil dentro de la economía nacional en general.[19]

Contexto

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Historia y desarrollo político

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Primeros años de república

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El Imperio español tenía el control de Lima, así como el puerto de Callao cerca de la ciudad.[20]​ La ciudad, que contaba con menos de tres mil personas de prestigio, según la Sociedad Académica de Amantes,[21]​ conformaba el grupo de dominación del país por sus logros en la educación.[22]​ Con la independencia de Perú, se desarrollaron pequeños grupos con liderazgo regional (Cuzco, Arequipa y Huánuco), en contrapeso del acomodado estilo de vida de Lima por el colonialismo de aquel entonces.[20]​ Asimismo, la ciudad de Piura, una de las primeras ciudades fundadas en el virreinato, adquirió un protagonismo político. El cabildo de Piura, que era el más antiguo del Perú, se convirtió en un importante centro de poder regional.[20][23]​ Sin embargo, la opulencia limeña contrastaba con la realidad de las provincias rurales, donde persistían prácticas de servidumbre en las haciendas controladas por terratenientes.[10][22][24][25][26]

El sistema de curacas, que representaba a las comunidades indígenas durante la colonia, fue abolido con la independencia. Esto generó incertidumbre sobre la representación de los pueblos andinos, lo que se reflejó en la participación de personas no blancas en las montoneras, grupos guerrilleros que luchaban por la independencia. Tras la abolición de los curacas, surgió el grupo de los «indios de comunidad», descendientes de estos líderes locales que buscaban mantener su influencia en las comunidades. Su objetivo era asegurar la representación de sus intereses en la naciente república.[27]

La disputa entre el federalismo y el centralismo fue el clivaje fundamental en la historia del país.[28]​ Los centralistas, que contaban con el apoyo de las élites económicas y militares, argumentaban que un gobierno fuerte era necesario para mantener el orden y la unidad del país.[28]​ Los federalistas, por su parte, defendían que la descentralización permitiría a las regiones participar más en la toma de decisiones y mejoraría la representación de los intereses locales. La disputa entre centralistas y federalistas culminó en el fracaso de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839),[28]​ un proyecto federal que fue derrocado por el gobierno centralista de Andrés de Santa Cruz, que estuvo acompañado de una falta de interés de darle autonomía los municipios.[29]​ Tras la caída de la Confederación, así como la derrota de Manuel Ignacio de Vivanco en un intento de revivir la corriente liberal,[30]​ como fue en los años de independencia, el centralismo se consolidó como el sistema político dominante en el Perú.

Durante los siguientes mandatos, Perú experimentó con frecuencia auges de materias primas,[24]​ como el guano, que beneficiaron a las élites blancas de la costa.[31]​ Estas élites aprovecharon sus rentas de ese recurso,[30]​ para aumentar su poder e influencia, lo que consolidó aún más el centralismo.[32]​ Posteriormente, la globalización del siglo XX intensificó las brechas entre las áreas urbanas y rurales del Perú. Las zonas más pobladas aumentaron su capacidad de conectarse con la economía global y su riqueza, mientras que las zonas más pequeñas experimentaron una fuga de recursos y capital humano hacia las grandes urbes.[33]​ Este fenómeno se vio antecedido por la emergencia de la aristocracia durante los primeros años de la denominada República Aristocrática (década de 1890),[5][34][35]​ que consolidó el poder central y la concentración de la riqueza en Lima. La burguesía, que fue consolidada en la costa peruana,[13]​ también jugó un papel importante en la consolidación del centralismo bajo nombres varios: «plutocracia costeña» (Víctor Andrés Belaunde), «barones del azúcar y algodón» (APRA) y «oligarquía» (izquierda política).[36]

El presidente Augusto Leguía (1919-1930) profundizó el centralismo al concentrar el poder en el gobierno central y favorecer el desarrollo de Lima.[37]​ Su modelo de desarrollo hasta 1960, basado en el laissez faire,[38]​ contribuyó a la concentración de la riqueza y el poder en la capital, mucho antes que Hernando de Soto estableciera una ideología neoliberal a los empresarios. En el ensayo La cohesión de la élite y el poder oligárquico, Dennis Gilbert destacó el dominio casi ininterrumpido de una oligarquía de familias acaudaladas desde 1895 hasta 1968.[39]

El intento de ceder el poder a otras regiones en el siglo XX

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Palais Concert, antiguo referente del centralismo, al referirse como «El Perú es Lima, Lima es [...] el Palais Concert [...]».

El poder rural se vio restringido al carecer de un contacto directo con el Estado hasta 1920,[40]​ cuando se promulgaron la Ley de Reforma Agraria y la Ley de Comunidades Campesinas. A lo largo del tiempo, intelectuales como Luis Eduardo Valcárcel intentaron que las élites fueran representadas por indígenas.[41]​ En la década de 1930, la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA, luego Partido Aprista Peruano) ya representaba a la élite provinciana.[42]​ Ante la incapacidad de establecer una organización política rival, la oligarquía optó por apoyar la candidatura de Luis Sánchez Cerro.[43]​ Aun así, la amenaza del creciente poder rural había facilitado una prematura alianza estratégica entre la oligarquía y los gamonales, figuras locales influyentes.[44]

A mediados ese siglo, Lima concentraba la mitad de la economía nacional, debido a su atractivo industrial.[45]​ Este fenómeno se vio reforzado por la Ley de Promoción Industrial de 1959,[38]​ que estableció el Fondo Nacional de Desarrollo Económico (en el segundo gobierno de Manuel Prado) para planificar el empleo de los recursos.[46]

En 1963, Fernando Belaúnde Terry ganó las elecciones generales y gobernó con un enfoque moderado de industrialización y construcción de carreteras en los Andes.[46][47]​ Sin embargo, su doctrina de La conquista del Perú por los peruanos promovía la explotación de los recursos de la Amazonía y otras zonas periféricas del país a través de la conquista y colonización.[48]​ En 1964, el gobierno de Belaúnde fue responsable de un incidente conocido como el genocidio Matsé, en el que las fuerzas armadas peruanas y aviones estadounidenses recurrieron al napalm y atacaron a una etnia indígena de la Amazonía, causando cientos de muertes.[48][49]

En 1965, el escritor puneño Gamaliel Churata escribió el artículo «Puno y la hegemonía cultural del Titikaka» en el diario El Comercio. El artículo describía la crisis que atravesaba la empresa estatal CORPUNO, que sería el elemento principal de las protestas de Juliaca de ese año. Se esperaba que el artículo recibiera una importante colaboración que no se materializó. Esto coincidió con el interés de la capital de Perú en recibir a escritores de varias ciudades del país y a lectores extranjeros.[50]

Para 1968, Lima ya había emergido como el centro político y económico del Perú, gracias a los incentivos económicos ya concretados.[51]​ El desarrollo urbano e industrial de Lima atrajo a los mejores elementos de las provincias, ofreciendo mayores y mejores oportunidades de educación, salud y empleo.[51]

Por otro lado, la restricción del derecho al voto en las áreas rurales se mantuvo hasta 1979, cuando la constitución de ese año permitió votar a las personas analfabetas. Como resultado, entre 1919 y 2021, once de los dieciocho presidentes elegidos democráticamente en el país eran originarios de Lima.[52]

Además, la reforma agraria peruana de 1969, que buscaba distribuir la riqueza, coincidió con el breve surgimiento de una élite rural. La reforma agraria, al redistribuir la tierra, creó nuevas oportunidades para esta élite y así volver a tener autonomía.[53]

El gobierno militar de Juan Velasco Alvarado intentó nacionalizar industrias que se formaron a mediados de siglo,[38]​ pero su objetivo principal era la monopolización y el control político a nivel general.[54][55]​ Además, el gobierno asumió el control virtual de todas las estaciones de radiodifusión, cuya meta fue descentralizar los medios de comunicación y así tener mayor contacto a las comunidades rurales en sus propias lenguas.[56]​ El campesino, hacia los años 1980, pudo desarrollar su economía por medio de créditos rurales.[40]​ Sin embargo, durante los años 1990, la presencia de la élite de otros departamentos fue limitada a causa de la crisis de partidos políticos y la posterior disolución de las Asambleas Regionales por consejos transitorios en el gobierno de Alberto Fujimori,[29]​ responsable de instalar el sistema neoliberal en su Constitución de 1993 y la poca regulación de las empresas.[57]​ Para el año 2000, la crisis del fujimorato llevó a un sector agrícola dañado, lo que complicó la economía rural y dependió de la importación de productos alimenticios.[58]

El nuevo contacto con la región

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Años después de iniciar la etapa de privatización de empresas, una de las personas que buscó luchar al «centralismo limeño» fue el economista Alejandro Toledo Manrique,[59]​ responsable del presupuesto participativo nacional y, al ser elegido presidente, de reformar la Constitución de 1993 para fomentar las entidades subnacionales.[60]​ Sin embargo, la riqueza obtenida entre 1990 y 2020 no fue distribuida a nivel nacional; los niveles de vida mostraban disparidades entre Lima, que era la ciudad más desarrollada, y regiones costeras similares, mientras que las provincias rurales permanecieron empobrecidas.[52][61][62]​ La Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep), representante del sector empresarial a nivel nacional, manifestó su recelo ante el proyecto de descentralización, atribuyéndolo a conflictos comunicativos con frentes regionales que abogaban por una distribución más equitativa del poder.[63]

Se destacó, por ejemplo, a la divergencia de la élite empresarial de Arequipa, que mantuvo un perfil bajo durante la década de 1980. Al igual que la capital, la ciudad experimentó una similar inmigración de Lima.[64]​ Durante el Arequipazo, un movimiento que tuvo lugar durante el gobierno de Alejandro Toledo en oposición a la privatización de empresas de su localidad, la clase empresarial se desligó de las autoridades regionales y los candidatos electos a futuro no tuvieron relación con la política regional.[64]​ Otro ejemplo ocurrió en 2004, cuando el departamento de La Libertad formalizó su primera empresa regional figurada como sociedad anónima cerrada, enfocada en la extracción, transformación y comercialización de agregados gruesos y finos.[65]

En 2003 el ejecutivo realizó un proyecto de ley para tomar el control de los apoyos sociales por medio del ministerio de la Mujer,[66]​ institución creada por Alberto Fujimori para promocionar su imagen con campañas presidenciales. En 2005, el 36 % del presupuesto fue destinado fuera del gobierno central, como municipalidades y gobiernos regionales.[67]​ En la edición 2005 de CADE Ejecutivos, el 92 % de los encuestados por Apoyo vio como positivo su labor, mucho más que el Congreso de ese entonces.[68]​ Sin embargo, recogido por el diario Expreso, Toledo tuvo un favorecimiento menor que en otros países, como señaló la encuesta Cómo la élite de Latinoamérica ve al mundo, realizada por Zogby.[69]

A lo largo del tiempo, los grupos empresariales mantuvieron su defensa de los ideales del neoliberalismo que instauró Fujimori, apoyados por figuras políticas, entre ellas los hombres de negocios Dionisio Romero Paoletti[70]​ y Roque Benavides. Este último fue asesor externo de Alan García y manifestó su visión social desde su asociación civil Reflexión Democrática.[71]​ No obstante, antes de que García asumiera nuevamente el poder, el resultado incierto de las elecciones de 2006 llevó a Enrique Ghersi a advertir que la élite limeña había perdido su ideología. Ante la incertidumbre del panorama político, esta confió en que el exmilitar Ollanta Humala podría transformar sus vidas.[72]

Cabe destacar que, durante la campaña presidencial de 2006, Alan García declaró que Lourdes Flores Nano era la «candidata de los ricos» y que existía «un libreto» en el que se intentaba distanciarla de la élite limeña y de la Confiep.[73][74]​ Aunque Flores Nano no accedió a la segunda vuelta, el sociólogo Héctor Béjar resaltó su papel simbólico como abanderada de la derecha política antes de la contienda electoral entre Humala y García.[75]

No obstante, Keiko Fujimori, hija del expresidente, posteriormente se convirtió en una figura controvertida debido a las supuestas contribuciones monetarias realizadas por empresarios limeños.[76]​ En el año 2019, la Confiep expresó que la candidata presidencial Keiko Fujimori no representaba los intereses del gremio, si bien propusieron realizar una campaña de promoción del sector privado a quien asumiera el cargo presidencial el año 2011.[77]

Pandemia de COVID-19 y elección de Pedro Castillo

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Años después, durante la pandemia de COVID-19 en Perú, las élites se enfrentaron al entonces presidente Martín Vizcarra, quien no gozaba de la aprobación del sector empresarial cuando asumía la banda presidencial.[78]​ En dicha pandemia, cuando en la primera ronda electoral, el candidato ultraconservador Rafael López Aliaga resultó el más votado en los distritos más ricos, de acuerdo con el portal Ojo Público;[79]​ en la fase subsiguiente de las elecciones generales peruanas de 2021, la candidatura de Pedro Castillo generó interés debido a las diferencias regionales y la influencia del centralismo. Esto se agudizó, especialmente, ante las calificaciones de «comunista» e incluso «caviar» hacia él y sus seguidores, hechas por su rival Keiko Fujimori.

La campaña de Fujimori se fortaleció por el apoyo de las instituciones de poder del país[80]​ y de los peruanos en el extranjero.[52]​ También recibió el apoyo del gremio empresarial, aunque con algunas matices tras la crisis electoral.[81]​ Según el investigador Steven Levitsky, las élites no buscaban promover las aspiraciones personales de Fujimori, sino impedir el surgimiento de una figura que pudiera desafiar sus redes de influencia en Lima.[82]

En contraposición, Castillo adquirió relevancia en zonas rurales. Al igual que en otras elecciones de este siglo, los candidatos favoritos en las áreas rurales generalmente fueron distintos de los más predilectos en las zonas urbanas.[83]​ En mayo de 2021, Americas Quarterly señaló que «la esperanza de vida en Huancavelica, […] la región donde Castillo recibió su participación más alta del voto en la primera ronda, es siete años menor que en Lima. En Puno, donde Castillo recibió encima 47 % de los votos, la tasa de mortalidad infantil casi triplicó a la de Lima».[52]​ Las disparidades existentes en Perú provocaron una «fatiga de la globalización» según el investigador Raúl Asensio, lo que resultó en una polarización entre las áreas rurales y urbanas que vieron diferentes prioridades con respecto al estilo de vida, la economía y la política.[33]​ Asensio describió que Castillo, ya reconocido como un «verdadero peruano» por sus partidarios, pudo capitalizar los sentimientos de «fatiga de la globalización» compartidos por la población rural y establecer apoyo. Su principal promesa fue deshacer en el favoritismo de Lima a favor de defender los derechos regionales.[33]

La zona minera, que mayoritariamente se encontraba al sur del país, con los departamentos de Apurímac, Arequipa, Cusco, Moquegua, Madre de Dios, Puno y Tacna, representaba en 2021 el 15.6 % del PBI nacional.[84]​ Además, según el Ministerio de Energía y Minas, los territorios obtuvieron el 30 % del PBI en minería e hidrocarburos.[84]​ Sin embargo, esta actividad no ha generado suficientes puestos de trabajo para mejorar el desarrollo urbano de las zonas aledañas.[84]​ De hecho, regiones como Puno continúan siendo las más pobres del país.[85]​ Un estudio del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú realizado en 2024 indicó que, entre los periodos 2005 y 2021, solamente el 62 % de los 66 765 millones de soles asignados fueron ejecutados por los gobiernos regionales.[86]​ De las cuales, el promedio de obras ejecutadas por cada gobierno es del 40 %.[86]

La respuesta urbana en Lima fue de temor.[87]​ Según Percy Medina (IDEA Internacional), a pesar de que Lima representaba un tercio de los votantes, la influencia de cada voto era significativa y determinaría el resultado electoral.[88]​ Esta división con el presidente Castillo, marcada por el centralismo de la élite, se hizo evidente cuando personas cercanas a la Sociedad Nacional de Industrias planificaron una eventual destitución presidencial.[89][90][91]​ Un suceso que su representante desestimó posteriormente.[92]​ El diario Clarín notó que Castillo cambió su discurso compatible con las ideas neoliberales antes de entrar al cargo con ayuda del economista Pedro Francke,[93]​ sin el consenso esperado.

Años después, la destitución se concretó por la propia oposición parlamentaria y fue uno de los posibles factores que conllevó la convulsión social de 2022-2023, inicialmente convocada por organizaciones con afinidad política al exmandatario que fue creciendo a los ciudadanos en general.[94][95]​ De hecho, el periodista Marcelo Rochabrun de Bloomberg señaló que los líderes empresariales «han abrazado a Dina Boluarte», mandataria sucesora de Castillo altamente criticada por sus manifestantes.[96]

Boluarte realizó viajes a otros países para buscar acuerdos económicos con mayor intensidad que para visitar regiones en situación de pobreza,[97]​ a diferencia de lo que hizo Pedro Castillo en su campaña presidencial. En aquel entonces, el Congreso estableció un plan para la eliminación de los movimientos regionales y su paso obligatorio por los partidos políticos, muchos de ellos con sede en Lima.[98]​ Además, la autoridad de la Dirección Desconcentrada de Cultura denunció las restricciones y prohibiciones impuestas por el Poder Ejecutivo, como ocurrió con la venta de entradas a Machu Picchu por parte de una empresa limeña.[99]

Lima como el centro de desarrollo urbano y comercial

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Lima es conocida por su gran expansión comercial, en que opera su centro financiero para conectar con otros países.[100][101]​ Para inicios del nuevo milenio, con 31 mil kilómetros cuadrados y casi el 3 % del territorio nacional, generó el 44 % del PBI.[102]​ Además, Lima representó casi el 55 % del PBI del sector industrial,[102]​ cifra que superó al el 60 % en 2022.[103]​ En 1985, Lima ya concentraba una considerable parte de las 10 mil industrias del país.[104]​ Para 1988, el 70 % de la industria de la manufactura se realizó en la metrópolis de Lima/Callao.[105]

Lima cambió radicalmente el panorama urbano en el siglo XX, del 26.9 % ocupado en 1940 al 70.1 % en 1993.[106]​ Como detalle adicional, en 1985, Lima contenía el 27 % de las viviendas construidas.[107]​ Adicionalmente, con información de INEI, para mediados de los años 2010 tres de los cinco distritos más ricos del Perú están en Lima (San Isidro, Miraflores y San Borja) contaban con menos del 1 % de pobreza.[108]​ Solo un distrito fuera de Lima superó a San Isidro; según la Sociedad de Comercio Exterior del Perú, en 2023, fue la zona de San Marcos en Áncash, a pesar de que no cuenta un nivel alto de desarrollo humano.[109]

Un factor importante es que Lima cuenta con el mayor valor de terreno inmobiliario (que supera a los dos mil dólares por metro cuadrado).[108]​ De hecho, por concentrar una vida elitista,[110]​ cinco de los distritos más ricos se caracterizan por tener un perfil de pobladores costeños urbanos empleados que cuentan con formación profesional universitaria.[111]​ Según el Mapa de pobreza provincial y distrital 2013, 10 de los 20 distritos con menor incidencia de pobreza están en Lima Metropolitana, zona que agrupa a 43 distritos.[112]​ En la Encuesta de hogares de INEI de 2019, la zona metropolitana consiguió que el 69.2 % de la población estuviera en los sectores A, B o C.[113]

La capital, específicamente en la zona centro, cuenta con dos sectores destacados para la industria inmobiliaria, según la Cámara Peruana de la Construcción: «Lima Top» y «Lima Moderna».[114]​ También alberga empresas peruanas que opera en dicha ciudad y concentran la industria nacional para finales del siglo XX como son el Grupo Breca, el Grupo Romero y el Grupo Wiese;[115]​ siendo los dueños del Banco de Crédito, que posee el 9.6 % del sector urbano.[116]​ Así como empresas emergentes como Intercorp (Rodríguez Pastor) y el Grupo Gloria (Rodríguez), que ocupan por debajo de las familias más ricas del país en 2022, los Brescia, bajo la marca Breca, y los Romero.[117]​ Varias familias desarrollaron sus vínculos políticos con los denominados hacedores de política después de la llegada de Velasco Alvarado al poder.[118]​ Según José Carlos Lumbreras de Perú Top, el despegue de las grandes empresas es único en Lima, y no necesariamente en regiones aledañas del país.[119]

En 2019, el reporte del Índice de Competitividad Regional del Instituto Peruano de Economía señaló a Lima como la región con mayor desarrollo, seguida de la provincia constitucional del Callao y otras regiones de la costa sur.[120]​ Un estudio de la Universidad de San Martín de Porres en 2023, señaló que Lima y Callao concentran el 50 % del valor agregado bruto a nivel nacional, a pesar de que el valor per cápita de Lima es menor a otros departamentos como Moquegua y Tacna.[121]

Lima y su representación política e intelectual

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Cuando se conformó la Constitución de 1979, Lima representó el 66 % de los senadores electos, tanto nacidos como residentes de dicha ciudad. Entre 1963 y 1968, el promedio fue de un 20 %.[122]​ La reforma constitucional de 1993, aprobada por el Congreso de la República, redujo la representación de las regiones en el mismo,[123]​ pasando de un sistema de distritos múltiples que estableció la Constitución de 1979 a un distrito electoral único, como denunció la Asamblea Regional del Cusco en el año 2000.[124]​ Esta reforma incrementó la representación de Lima como distrito electoral, que pasó a contar con 35 congresistas en 2002, lo que representó el 29 % del total de escaños (sin contar a Lima Región y Callao).[125]​ Según un estudio de la consultoría Centro Wiñaq, en 2021 Lima Urbana tenía 37 congresistas para una población de 11.18 millones de habitantes, lo que significa 3.3 congresistas por millón. En comparación, las siete regiones del sur tenían 25 congresistas para sus 5.84 millones de habitantes, lo que significa 4.3 congresistas por millón.[126]

Tradicionalmente, Lima ha apoyado a candidatos conservadores con rasgos mestizos, a diferencia de otras regiones como Puno, que optan por representantes de origen andino.[127]​ Esta tendencia se ha visto atenuada en casos puntuales, como la elección de Pedro Pablo Kuczynski, quien representó una alternativa a Keiko Fujimori para ambas regiones.[127]​ Es destacable que, con excepciones como Guido Bellido, la mayoría de los congresistas electos en 2021 no poseían un dominio fluido del quechua.[128]

Existen otros estudios sobre el apartado intelectual para entender el fenómeno de la clase alta en la costa peruana, donde surge la oligarquía, en el cual pocas personas que sabían leer y escribir consiguieron el derecho a votar en el pasado. Uno de ellos correspondió al Partido Civil,[129]​ un partido político representado por intelectuales y partícipe en la República Aristocrática, cuya figura destacada en la posible influencia de la política fue Antero Aspíllaga.[130][131]​ Desde la publicación de La oligarquía en el Perú en 1968, se ha considerado los círculos sociales exclusivos para formarse con futuros influyentes nacionales como el Club de Regatas Lima, el Club Nacional, el Club de la Unión, el Country Club Villa y el Real Club de Lima.[132][133]

El fútbol es uno de los deportes que se empezaron a practicar en el siglo XIX en los clubes exclusivos que se fundaron en la capital, como el Lima Cricket and Lawn Tennis. El primer club de fútbol peruano surgió del Unión Cricket, que se fundó en 1893 por miembros de la élite criolla y que contó con la primera cancha de fútbol para equipos peruanos. Este deporte comenzó a popularizarse con la creación de la Liga Peruana de Fútbol, que inicialmente solo contaba con clubes limeños. Con las medidas de Augusto Leguía para que el deporte fuera masivo en el país, la élite ya se había centrado en otros deportes exclusivos, como el golf, la hípica o el tenis.[134]

Lima presenta una proporción significativamente mayor de instituciones educativas privadas en comparación con otras regiones del país. Según el informe de Comex de 2024, el 75 % de los centros educativos en Lima son operados por el sector privado, en contraste con el promedio nacional del 20 %.[135]​ Un informe publicado por el portal web trujillano Buena Pepa indica que los distritos de San Isidro y La Molina cuentan con una alta concentración de escuelas secundarias privadas.[136]​ Esta concentración no es un hecho aislado. En 2022, se difundieron diapositivas elaboradas por alumnos del Colegio San Silvestre (Miraflores), una institución de alto nivel económico, que contenían directrices para acceder a círculos sociales selectos.[137]​ Este incidente ilustra la dinámica de las instituciones educativas privadas en Lima, donde la disponibilidad de centros educativos de élite se concentra en zonas específicas de la ciudad.

Asimismo, los medios de comunicación, especialmente la televisión y la radio de gestión privada desde la década de 1950, han estado centrados en Lima. Estos transmiten contenido desde una perspectiva local, distribuido por varias repetidoras a nivel nacional desde la década de 1990. Posteriormente, los medios han sido manejados por conglomerados controlados por empresas limeñas.[138]​ Específicamente, América Televisión contó con el Grupo El Comercio como su principal accionista, empresa también propietaria de los principales diarios de circulación nacional.

Consecuencias

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El centralismo atrajo la atención de empresas de otros países debido a la instalación de un sistema neoliberal, inclusive en actividades políticas,[139]​ cuya economía de libre mercado (establecida en la Constitución de 1993) no fue lo suficientemente llevada en otros sectores de la sociedad nacional.[140]​ Una muestra de la consecuencia política en el país es la considerable destinación del presupuesto nacional hacia su centralización.[141]​ Producto de ello, el control político de la élite no solo limitó el desarrollo a todo el Perú, desde los inicios de su historia republicana, según el escritor José Manuel Valdez y Palacios,[142]​ sino que imposibilitó uniformizar la economía nacional.[143]​ La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico criticó en 2023 el dominio del mercado por «unos pocos grupos empresariales de gran tamaño, y ello se traduce en una elevada concentración y una baja percepción de competencia».[144]

En un contexto diferente, el control político se consolidó al margen de la izquierda política y de la participación de los pobladores de las zonas aledañas a la capital.[145]​ En el que fracasaron las formaciones de movimientos progresistas.[143]​ A pesar de estos fracasos, los movimientos sociales tuvieron presencia en la década de 2000 para promover la descentralización del poder en el país.[146]​ Estos movimientos serían posteriormente conocidos como movimientos regionales, descritos por Freddy Vracko Metzger, presidente de la Asociación de Movimientos Regionales del Perú, como «la competencia directa y más fuerte» de los partidos políticos con presencia en otras regiones y provincias.[147]

El control político también contribuyó al racismo sistémico en Perú al generar, principalmente, la percepción de que los limeños reciben una educación de mayor calidad que los habitantes rurales,[22]​ lo que provocó que los mejores colegios y universidades se concentraran en Lima.[nota 1]​ El informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación señaló que existe un desinterés hacia los pueblos indígenas,[149]​ por lo que el centralismo ha contribuido a la invisibilización y a la estigmatización de sus miembros.[94][150][151]​ En este último se manifiesta el uso del terruqueo.[128]

Uno de los mayores problemas del centralismo peruano es su abastecimiento nacional. El economista Manuel Pardo y Lavalle ya había denunciado este riesgo en la etapa militar de la historia republicana, señalando que la concentración de la población y el poder en Lima generaba un desequilibrio que dificultaba la distribución de bienes y servicios a las regiones.[152]​ El historiador Eduardo Arroyo ha advertido que el centralismo podría colapsar si no camina de la mano con la descentralización.[153]​ En su opinión, es dificultoso desarrollarse en provincias cuando la capital es conceptuada como un «trampolín para saltar a la escena internacional».[153]​ Una de las muestras de este desequilibrio es la llegada de nueva población más joven y con mayor movilidad a Lima,[154]​ mientras se presenciaba el envejecimiento de la población en las provincias.[10]​ Estos migrantes, que buscan un mejor estilo de vida,[154]​ contribuyeron a la informalidad en el país,[155][156]​ ya que encontraron dificultades para acceder al empleo formal en una complicada asistencia burocática.[156]

Análisis

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El centralismo se identificó como una condición estructural que aquejó a la República Peruana desde su nacimiento hasta la actualidad.[10]​ Las disparidades entre la capital, Lima, y las provincias se convirtieron en uno de los ejemplos más marcados de desigualdad de ingresos en América Latina.[10]​ Según el experto Martín Tanaka, en 2007 surgió una nueva dicotomía entre una región costera desarrollada y regiones andinas y selváticas menos urbanizadas y con mayores niveles de pobreza.[157]

A comienzos del siglo XX, los intelectuales de las provincias rurales respondieron a este centralismo promoviendo el regionalismo, que abogaba por redistribuir el desarrollo desde Lima hacia las zonas periféricas.[9][10]​ El filósofo marxista José Carlos Mariátegui inició el análisis sistemático del fenómeno en su ensayo «Regionalismo y centralismo» de sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana.[10]​ Esta idea influyó en el Grupo Norte de Trujillo[158]​ y en las doctrinas de la literatura indigenista, que se oponían a la oligarquía y al dominio extranjero.[159]

El filósofo Francisco Miró Quesada, director suplementario de El Comercio, afirmó en un foro sobre Fernando Belaúnde Terry en 1964 que «todo lo que nos habían dicho sobre el Perú, [solamente] era válido para una pequeña porción de nuestra Patria».[160]​ Esta noción destaca la influencia de los medios de comunicación y las encuestadoras limeñas en la opinión pública. Rolando Ames resaltó las diferencias entre el pensamiento de Lima y el de otras regiones, observando una disminución significativa en la representatividad de la opinión limeña desde la década de 1990.[161]

Tras la regionalización de Perú en la década de 2000, el economista Roberto Abusada sugirió que esta medida había conducido a un «centralismo chiquito en cada región».[162]​ Sin embargo, el empresario y expresidente de Confiep, Roque Benavides, advirtió en una entrevista de 2017 que persistía un centralismo perjudicial que frenaba el desarrollo, obstaculizando la formalización y el crecimiento de las microempresas.[163]

En 2002 se ha propuesto cambiar la Constitución de 1993 para cambiar el canon minero hacia la población indígena por la entonces primera dama Eliane Karp.[164]​ En 2019, el periodista Juan Carlos Tafur vaticinó que hay una «evidencia de la renovación de un pacto de sangre entre nuestra oligarquía y Fuerza Popular (partido de Keiko Fujimori)», cuyo legado del fujimorismo «se ha institucionalizado como el partido mercantilista, autoritario y conservador que tanto parece gustarle a un sector de nuestras élites».[165]

En el contexto de la crisis socioeconómica de Perú durante la pandemia de COVID-19 en ese país, donde se evidenció la poca presencia de personal de médico por miles de habitantes en las diferentes regiones,[166]​ Kahhat afirmó que «las reformas de mercado en Perú han arrojado resultados positivos en términos de reducción de la pobreza… Pero lo que la pandemia dejó al descubierto, particularmente en Perú, es que se dejó intacto el pobre estado de los servicios públicos[nota 2]​ – específicamente en los servicios de salud».[62]​ Algunos sociólogos notaron que los peruanos ven que todos los recursos naturales están en las zonas rurales, pero todos los beneficios se concentran mayoritariamente en Lima.[61]

Debido al desinterés de algunos gobiernos en escuchar las voces que van más allá de Lima, el analista político Jesús Manya consideró que las marchas masivas en Lima son necesarias para que los movimientos regionales generen presión sobre el gobierno central.[169]​ Durante la crisis política desde 2021, muchas marchas provincianas inicialmente organizadas por Pedro Castillo llevaron el nombre de «Toma de Lima».

En la segunda Encuesta Nacional de Percepción de Desigualdades, elaborada por Oxfam en 2024, se señaló que el 69 % de las personas encuestadas cree que los ricos tienen demasiada influencia en las decisiones que afectan al país. Alejandra Alayza, directora país de Oxfam, comentó al respecto que «muchos concentran el poder económico y toman decisiones políticas que benefician tan solo a unos pocos, haciéndolos más ricos».[170]

Véase también

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Referencias

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  52. a b c d O’Boyle, Brendan (3 de mayo de 2021). «Pedro Castillo and the 500-Year-Old Lima vs Rural Divide». Americas Quarterly (en inglés estadounidense). Archivado desde el original el 3 de junio de 2021. Consultado el 3 de junio de 2021. 
  53. Diez Hurtado, 2003, p. 17. «En el Perú, los reclamos sobre la necesidad de una élite para sacar adelante las regiones son tan numerosos como escasos los trabajos sobre las mismas. Existe sin embargo, una serie de trabajos que ilustran la conformación y las transformaciones de diversas élites locales –provinciales– en algunas zonas del país. Entre ellos se cuentan los trabajos de Bourricaud (1962/1967), Fuenzalida (1970) y Alberti y Sánchez (1974), que versan sobre procesos de cambio en las sociedades regionales, estructuras de poder y poderes locales antes y durante la Reforma Agraria, así como los más recientes sobre el reacomodo de los antiguos grupos de poder (Quintín 1994), las limitaciones de las prácticas ciudadanas en espacios locales (Sulmont 1995) y los procesos de reemplazo de los antiguos poderes en los ámbitos municipales (Degregori, Coronel y Del Pino 1999). La serie abundante de trabajos sobre procesos de concertación, acompañados muchas veces de sendos diagnósticos locales, suele adolecer de un análisis político que acompañe los recuentos de eventos y procedimientos (Grompone1998; Urrutia 2002). De ahí que en su recuento sobre las alternativas en plaza en materia de descentralización, Grompone (2002) señale el olvido del análisis de las sociedades regionales en las que ésta se inscribe».
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  124. «Provincias rechazarán a candidatos limeños». La República. 26 de diciembre de 2000. Archivado desde el original el 4 de enero de 2002. Consultado el 15 de noviembre de 2023. «De no aprobarse mañana en el pleno del Congreso de la República la aplicación del Distrito Electoral Múltiple (DEM), la mayoría de los electores provincianos no concurrirán a votar en las próximas elecciones generales, realizarán actos de protestas y paros, y no pemitirán que los candidatos "limeños" realicen sus campañas en el interior del país, anunciaron diversos líderes regionales del país». 
  125. Tuesta Soldevilla, Fernando (2002). La circunscripción electoral: Perú y la región andina (Primera edición). Oficina Nacional de Procesos Electorales, Centro de Investigación Electoral. p. 17. ISBN 9972-695-12-3. OCLC 62364459. Consultado el 17 de marzo de 2023. «La Constitución de 1993, había colocado en uno de sus artículos un número fijo de parlamentarios (120), por lo que su distribución a nivel departamental se dificultaba, debido a que el número de éstos es alto (25) y Lima concentra el tercio de la población electoral. El resultado de esta distribución fue que se crearon 22 circunscripciones pequeñas, con 72 escaños y que representaban el 60% del total; 2 circunscripciones medianas, con 13 escaños que representaban el 11% del total; y 1 circunscripción grande (Lima), con 35 escaños que representa el 29% del total de escaños. Es decir, una fuerte tendencia al tamaño pequeño que influirá en la relación de votos y escaños.» 
  126. «¿Están las regiones del sur sub o sobrerrepresentadas políticamente?». rpp.pe. 19 de junio de 2023. Consultado el 23 de junio de 2023. 
  127. a b Monge S., Carlos; Guerra-García, José María (Febrero de 2024). «El Puno hirviente de estos días». En Toche M., Eduardo, ed. Institucionalidad bajo ataque. Perú Hoy (Primera edición). Desco. pp. 177-203. ISBN 978-612-5009-20-3. Depósito legal: 2024-01221. Consultado el 16 de marzo de 2024. «Por otro lado, es importante mencionar que, a lo largo de las últimas dos décadas, la orientación del voto de la región Puno ha sido similar a la del voto nacional y diferente a la del voto de una muestra de cinco distritos mesocráticos de Lima. El voto puneño ha sido más identitario, por candidaturas de origen andino (Toledo - Áncash, Humala - Ayacucho, Mendoza - Cusco, Lescano - Puno y Castillo - Cajamarca), y cercano a discursos más críticos. La excepción es la segunda vuelta del 2016, cuando el voto de Verónika Mendoza y el Frente Amplio, de la primera vuelta, se reorientó masivamente hacia Pedro Pablo Kuczynski de Peruanos Por el Kambio, en contra de Keiko Fujimori, de Fuerza Popular. El voto de Lima mesocrática ha sido siempre por candidaturas más limeñas, más mestizas y más conservadoras Por el Kambio, en contra de Keiko Fujimori, de Fuerza Popular. El voto de Lima mesocrática ha sido siempre por candidaturas más limeñas, más mestizas y más conservadoras». 
  128. a b Zavala, Virginia; Almeida, Claudia (22 de diciembre de 2022). «“Motoso y terruco”: ideologías lingüísticas y racialización en la política peruana». Lexis 46 (2): 481-521. ISSN 0254-9239. doi:10.18800/lexis.202202.002. Consultado el 27 de marzo de 2023. «A excepción de Guido Bellido, quien fue socializado hablando quechua, los demás políticos mencionados hablan castellano como primera lengua y no producen fluctuación vocálica en su habla. Salvo Ollanta Humala, ninguno de los políticos mencionados es limeño: Otárola es de Huaraz; Lescano es de Puno; Zeballos, de Moquegua; Acuña, Castillo y Torres, de Cajamarca; y Bellido, del Cusco. Sabemos que, en un país tan centralista como el Perú, la geografía está racializada (Orlove 1993), en el sentido de que la categoría de “raza” resulta de una posición social modelada por el origen geográfico. Mientras más alto sea el origen geográfico de una persona, “menor” será su estatus social y mayor su cercanía a la indianidad. Ahora bien, es importante señalar que algunos políticos son solo motoseados (como [César]Acuña), mientras que otros son simultáneamente motoseados y terruqueados (como Bellido)». 
  129. Murakami, Yusuke (2012). Perú en la era del chino: la política no institucionalizada y el pueblo en busca de un salvador. Ideología y Política (Segunda edición revisada y actualizada). Instituto de Estudios Peruanos. pp. 99-100. ISBN 978-9972-51-345-9. Consultado el 27 de septiembre de 2023. «Este tipo de política es denominada “oligarquía”, lo que significa la dominación política de un pequeño grupo de personas. El término “oligarquía” también se usó para referirse al pequeño grupo de personas que imponían dicha dominación, es decir, a la clase dominante de la política oligárquica». 
  130. Miller, Rory (30 de agosto de 1988). «La oligarquía costera y la república aristocrática en el Perú, 1895-1919». Revista de Indias 48 (182-183): 551-566. ISSN 1988-3188. doi:10.3989/revindias.1988.i182-183.551. Consultado el 17 de marzo de 2023. 
  131. Gonzales, Michael J. (1991-10). «Planters and Politics in Peru, 1895–19191». Journal of Latin American Studies (en inglés) 23 (3): 515-541. ISSN 1469-767X. doi:10.1017/S0022216X00015832. Consultado el 17 de marzo de 2023. «This leads to some general observations about the Aristocratic Republic as well as a detailed discussion of the 1906-7 campaign by Ramon Aspfllaga Barrera for election to Congress. This focus provides an analysis of both national and provincial electoral politics, and a close look at one of the most important political families of the period». 
  132. «“¿De qué colegio eres?”: Investigadores analizan a la clase alta limeña». elperuano.pe. Consultado el 17 de marzo de 2023. «La práctica del deporte del colegio [...] se refuerza en las playas y clubes exclusivos a las que estas familias privilegiadas asisten, como el Club de Regatas Lima, el Club Nacional, el Country Club Villa y el Real Club de Lima. [...] Reátegui, Grompone y Rentería explican que la clase alta del resto de la pirámide social peruana no solo se diferencia por los aspectos económicos y culturales de grupo. [...] Todo ello apunta al “posicionamiento” social de sus miembros.» 
  133. Rojas, Rolando; Zapata, Antonio (Diciembre de 2013). «Las promesas igualitarias del liberalismo criollo». ¿Desiguales desde siempre? miradas históricas sobre la desigualdad. Estudios sobre Desigualdad. IEP Ediciones. p. 190. ISBN 978-9972-51-445-6. OCLC 1027203829. Consultado el 9 de enero de 2023. «En cuanto a los cambios sociales, los indicadores más importantes son la aparición de las “sociedades” como nuevos espacios de sociabilidad, tanto en el mundo de las élites (Club Nacional y Club de la Unión) como de los trabajadores (sociedades de artesanos y de ayuda mutua). Por supuesto, estos cambios no repercutieron uniformemente en todo el país, sino particularmente en Lima y algunas ciudades vinculadas a la economía de exportación. En realidad, el guano inició la supremacía de Lima y de la costa sobre las regiones serranas, que en la colonia mantuvieron una importancia económica y en la temprana república mostraron protagonismo político». 
  134. Wood, David (2009). «Golazo Del Perú: De Élites Y Fútbol». Razón y Palabra (69): 1-14. ISSN 1605-4806. Consultado el 8 de septiembre de 2024. 
  135. «Tres de cada cuatro colegios en Lima son privados y a nivel nacional es una de cada cinco». Gestión. 19 de enero de 2020. Consultado el 16 de febrero de 2024. 
  136. «“Welcome” a la clase alta: descubre el secreto de la élite del Perú». Buena Pepa. 3 de octubre de 2023. Consultado el 19 de enero de 2024. «[...] Las actividades sociales que organizan se encuadran en ciertos lugares exclusivos como San Isidro y La Molina (Lima). A su vez, las instituciones educativas con altos precios de mensualidad se ubican en estas zonas. De esta manera, los miembros de este estrato tienen experiencias distintas que gran parte de los peatones.» 
  137. «PPT San Silvestre: el polémico manual que explica cómo ‘ser sociable’ en uno de los colegios más caros de Lima». infobae. 4 de diciembre de 2022. Consultado el 1 de abril de 2023. 
  138. Retis, Jessica; Kanashiro, Lilian; Domenack, Wendy (4 de julio de 2021). «Retos metodológicos en el estudio del sistema de medios informativos en el Perú». Cuadernos.info (50): 1-21. ISSN 0719-367X. doi:10.7764/cdi.50.27321. Consultado el 5 de mayo de 2024. «La televisión peruana sigue siendo centralista. La mayoría de sus contenidos se producen en la capital y se transmiten al resto del país a través de estaciones repetidoras (Cueva et al., 2020). [...] El modelo de negocio de la televisión y la radio peruanas se ha desarrollado de manera semejante al modelo liberal occidental basado en la venta de publicidad. La bonanza económica de los años cincuenta favoreció el crecimiento de grupos de radio y, poco más adelante, la consolidación de conglomerados mediáticos. Poco a poco, el panorama fue consolidando la centralización de las estrategias comerciales en la capital, lo que hemos venido comprobando de manera crítica en nuestra revisión de datos reciente». 
  139. Nercesian, Inés; Cassaglia, Roberto (8 de mayo de 2019). «Radiografía de los gabinetes ministeriales en Brasil y Perú (2016-2018). Un análisis comparativo». Telos 21 (2): 372-400. ISSN 2343-5763. doi:10.36390/telos212.07. Consultado el 9 de octubre de 2023. «El sociólogo Francisco Durand (2010) sostiene que el neoliberalismo de los noventa facilitó la llegada al poder de los empresarios a la política, a partir de la profunda modificación en la estructura del poder económico». 
  140. Zevallos, Felipe Ortiz de; Blume, Cecilia; Lguiñiz, Javier; Olarte, Efraín Gonzales de (1 de julio de 2002). «Perú y liberalismo económico: dónde estamos y adónde vamos». THEMIS Revista de Derecho (44): 289-293. ISSN 1810-9934. Consultado el 11 de julio de 2023. «Efraín Gonzales de Olarte: En el Perú existe una economía de mercado incompleta y desigualmente desarrollada en sus componentes. Si bien casi el 100% de la población participa en los mercados de bienes y servicios, sólo la mitad lo hace en los mercados de trabajo, apenas un cuarto en el mercado de crédito y menos de 1% en el mercado de seguros. Además, si en Lima casi dos tercios de la población pasa por el mercado de trabajo, en Apurímac apenas un quinto». 
  141. Barrenechea Lercari, Carlos; Díaz Palacios, Julio (1999). Proyecto Desarrollo de Gobiernos Locales, ed. Desarrollo local: visiones y propuestas en el marco de la globalización y la descentralización : materiales de consulta. ESAN-USAID. p. 131. ISBN 9972-622-13-4. OCLC 42649983. Consultado el 31 de marzo de 2023. «Otra consecuencia del centralismo es la concentración del manejo presupuestal [...]». 
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  149. Tanaka, Martín. «Las ambigüedades de la IF de la CVR en la explicación». Revista Argumentos. Consultado el 24 de agosto de 2023. «La fragilidad de ese sentido nacional y ciudadano se sintió más allá de las zonas rurales periféricas y abarcó, en mayor o menor medida, al conjunto del país. Se llega así a la tesis de la “indiferencia” de la “opinión pública”: “Después de todo, las víctimas eran, principalmente, «otros»: pobres, rurales, indios. Lejanos no sólo geográfica, sino, sobre todo, emocionalmente […]. El centralismo y el racismo jugaron su papel en la prolongación del conflicto y revelaron las miserias de nuestra democracia” (tomo VIII, p. 36). Nuevamente, la prolongación del conflicto ya no es consecuencia de las decisiones erradas tomadas por los actores, sino de la persistencia de brechas históricas de discriminación». 
  150. Giraudo, Laura (2018). «Casta(s), "sociedad de castas" e indigenismo: la interpretación del pasado colonial en el siglo XX». Nuevo Mundo Mundos Nuevos. doi:10.4000/nuevomundo.72080. Consultado el 23 de septiembre de 2019. 
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  152. Pease, Franklin (1993). Perú: Hombre e Historia III. Lima: La República. p. 142. Consultado el 26 de abril de 2020. «Unos años antes había preparado un informe para el Congreso acerca de los acontecimientos que rodearon la rebelión indígena de Huancané, allí Pardo hacía críticas al régimen limeño centralista. Pardo había manifestado en diversos momentos su interés en destacar el valor del servicio público; consideraba que los tiempos iniciales de la República habían permitido la proliferación del desorden y, en consecuencia, el desaliento de los peruanos probos y emprendedores. Había consenso, por cierto, en que la continuidad de los gobiernos militares, originados en siempre discutibles "pronunciamientos", no había permitido la organización de un régimen político estable en el país. Contra ese militarismo insurgían los civilistas». 
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  155. Gonzales De Olarte, 2006, p. 25. «Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), un estimado de 69 mil peruanos murieron a consecuencia de la violencia política entre 1980 y 1999, y por lo menos 200 mil refugiados huyeron del campo hacia Lima y otras ciudades, incrementando las filas del precario sector informal (Schmidt 2004, CVR 2004)».
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  157. Tanaka, Martín; Vera, Sofía (2008). «“Neo-dualism” in Peruvian Politics». Revista de ciencia política (Santiago) 28 (1): 347-365. ISSN 0718-090X. doi:10.4067/S0718-090X2008000100017. Consultado el 29 de abril de 2024. 
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  161. «Rolando Ames: Principal aporte de la CVR fue escuchar a miles de excluidos e inocentes detenidos». IdeeleRadio. Archivado desde el original el 30 de agosto de 2008. Consultado el 29 de marzo de 2024. «Indicó que estamos en una dirección donde las opiniones políticas que registran las encuestas son cada vez más distintas entre Lima y el resto del país, especialmente de las ciudades pobres de provincia y mucho más en las zonas campesinas. "Hasta hace algunos 15 años, Lima reflejaba la opinión promedio del país porque como Lima tiene tanta migración, las encuestas de Lima finalmente correspondían con el promedio nacional. Eso no existe más. Hoy la opinión pública limeña es la opinión de un sector del Perú y la gente tiene que entender que su Perú es más grande que el de su familia", concluyó [el ex comisionado de la CVR Rolando Ames]». 
  162. «Roberto Abusada: Lo que existe es un centralismo chiquito en cada región». Gestión. 9 de junio de 2014. Consultado el 21 de noviembre de 2023. 
  163. «Roque Benavides advierte que centralismo y burocracia afectan a microempresarios». El Comercio Perú. 11 de octubre de 2017. Consultado el 14 de marzo de 2023. «el centralismo le hace daño al país y la densa burocracia y corrupción no hace sino ralentizar todos los procesos. Todo esto afecta al microempresario que quiere abrir su negocio. No permite que se puedan desarrollar sus proyectos ni formalizarse». 
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  167. «SAMU realiza 165 traslados aéreos a pacientes críticos de zonas alejadas del país». www.gob.pe. Consultado el 11 de junio de 2023. 
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Notas

[editar]
  1. En la capital se encuentran colegios y universidades que han sido catalogadas como las mejores del país. Por ejemplo hay colegios, restringidos a la clase alta,[148]​ como el Colegio Mayor Presidente del Perú, Markham College, Colegio Humboldt, Colegio Roosevelt, Colegio Alpamayo, Colegio San Silvestre, entre otros. En el caso de las universidades se destacan, entre públicas y privadas, a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Universidad Nacional de Ingeniería, la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Universidad Peruana Cayetano Heredia, la Universidad de Lima, la Universidad Nacional Agraria, la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, entre otras.
  2. Debido a las limitaciones de infraestructura de salud en pronvicias, se realizan traslados aéreos.[167]​ En la capital se encuentran centros de referencia nacional, donde son financiados por el Estado,[168]​ como: Hospital Nacional Arzobispo Loayza, Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas, Hospital Nacional Guillermo Almenara Irigoyen, Hospital Nacional Edgardo Rebagliati Martins, Hospital Nacional Dos de Mayo, Hospital Nacional Cayetano Heredia, Instituto Nacional de Salud del Niño (de Breña y San Borja), Hospital Nacional Daniel Alcides Carrión, entre otros.

Bibliografía

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